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domingo, 15 de abril de 2007

Argentina y los movimientos sociales



Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
Oid ¡mortales! el grito sagrado:
¡Libertad, libertad, libertad!
Oid el ruido de rotas cadenas:
Ved en trono a la noble Igualdad.
Himno Nacional Argentino (extracto)
Letra y Musica: Vicente López y Planes.

Argentina es un país con una población mayoritariamente urbana, 88% según el Censo Nacional de 2002, en una superficie de 2,800,000 km2. Entre las grandes pampas y sus cordilleras su población: 37.5 millones de habitante. En 2002 presentó oficialmente una tasa de desempleo de 17.8%, lo cual nos puede dar un indicio notable acerca de la situación que se vive en ese país para los asalariados.

Como consecuencia de las crisis que han sacudido constantemente a ese país, esa población tiene que depender del apoyo gubernamental para sobrevivir. Una gran cantidad de jóvenes están siendo desplazados por la automatización de los procesos, abandonados a su suerte, en una etapa en la que debieran ser más productivos tanto para ellos como para su país. Argentina presenta un PIB de 2 mil 446 billones de dólares; sin embargo, los argentinos viven una gran crisis laboral.

Crisis laboral y pobreza

El drama social argentino se compone de varios factores detonadores de las contradicciones propias de una economía subdesarrollada, acendrados por la fase neoliberal de las políticas económicas operadas por el capital financiero, que reconfiguran las bases de reproducción del capital industrial. La magnitud y alcance de su explosión social atacó además de a los obreros ocupados y desocupados, a un importante sector de pequeños inversionistas (ahorristas) y a los remanentes de la burguesía industrial atrapada en el encarecimiento del crédito y asfixiada por la dinámica generada por las crisis, para acceder al capital-dinero los porcentajes sobre población se extrajeron de Banco Mundial. BADEINSO: Base de Estadísticas e Indicadores Sociales. Apartado sobre Pobreza y distribución del ingreso; la magnitud de la población estimada es el resultado de cruzar la población total con el porcentaje proporcionado por el Banco Mundial.

Al igual que en la mayoría de los casos latinoamericanos, en Argentina encontramos el signo de la desnacionalización económica al fortalecerse el polo de la economía estadounidense por medio de la privatización de importantes empresas, que antes aseguraban el control estratégico del Estado argentino hacia ramas indispensables en el proceso de acumulación:

“La apertura comercial se adelantó con decisión. Argentina rebajó aranceles, incrementó su comercio con el [... TLCAN] y la Unión Europea y forma parte del MERCOSUR, cuya puesta en marcha facilitó que las automotrices, principalmente norteamericanas, expandieran e hicieran más eficientes sus negocios, disfrutando de toda clase de exenciones e incentivos fiscales. También ha sido peón clave en el impulso del [...] ALCA”1.

Por un largo periodo, Argentina fue una de las principales receptoras de inversión extranjera, teniendo como aliados menores a los empresarios locales, viviendo con el alma en vilo por la convertibilidad peso-dólar para financiar la inversión productiva. No obstante, gran parte de esta inversión correspondía a inversión especulativa en la bolsa de valores.

El diseño de la política económica por los monetaristas aseguró la rentabilidad del capital financiero y creó una enorme fragilidad en el futuro financiero de ese país, al tener que garantizar el respaldo de cada peso argentino por un dólar. Pero la caída de las reservas fue resultado de la torrencial salida de divisas, ante el alza en las tasas de interés en Estados Unidos, nueva patria de los capitales fugados.

Los vestigios del patrimonio nacional ya habían sido rematados; privatizados los principales activos de las sobrevivientes empresas públicas, el país quedó a merced de la voracidad de los especuladores internacionales, quienes en cuestión de días revaloraron sus inversiones al salir del país y arribar a mejor puerto, dejando la calidez austral por el frío distrito financiero neoyorquino. Al respecto es de observarse la dinámica de crecimiento, hasta el rotundo año 2001, en que se descompone por completo el espejismo de la paridad cambiaria, como puede observarse en el cuadro donde también se muestra cómo la Argentina no era ajena al panorama económico de América Latina, pero para ese año si su lugar de mayor algidez en cuanto al colapso neoliberal menemista, con sus secuelas de crisis política Respuestas antisistémicas alternativas para América Latina PIB a precios constantes de mercado de 1995 en Argentina e inestabilidad por la huida en estampida de la inversión financiera: en resumen, no respondía la convertibilidad de uno a uno a la cruda realidad del movimiento económico en su conjunto.

Justo en 2001 y el siguiente año el desempleo atrapa ya a la quinta parte de los trabajadores en las principales ciudades, cifra sin precedente en la antes boyante economía más industrializada del subcontinente. Al seguir en términos tendenciales el comportamiento de América Latina, de cualquier forma sobrepasaba con creces la problemática general, tocando fondo en los años mencionados. Con las tasas de desempleo registradas en el periodo subsiguiente es un sin sentido hablar de recuperación económica, dado el raquítico 2.2 por ciento de crecimiento en 2003, donde cobra un tenue aliento el país.

Los efectos de la política de Menem de la desnacionalización del aparato productivo como proyecto del menemismo provoco: La inestabilidad financiera, debacle industrial, concentración monopólica del gran capital trasnacional subsumiendo al país a los grandes bloques comerciales muy en especial a EU, exibilidad laboral desde la gran empresa hasta los escalones más bajos y pauperización generalizada.

“Según un informe de la (UIA) Unión Industrial Argentina las cifras muestran la cruda realidad de la recesión: se perdieron más de doscientos mil puestos de trabajo en el país, pero es en el sector industrial donde más duro ha golpeado, pues en este sector se acumula cerca del 10% de la caída del PIB”2.

De nueva cuenta, como en otros países, se recurrió al agelo de las llamadas medidas contraccionistas para mantener artificialmente el control de cambios, completamente vinculado a la entrada de capitales volátiles desde otras latitudes, con el sacrificio de la alicaída producción industrial manufacturera.

Respecto a lo último, el centro neurálgico atacado lo fue sin duda la clase obrera industrial. Bastaron solo un par de años para experimentarse una caída de las mismas en más de un quince por ciento.

En esos años inicia el ciclo de resistencia social y obrera hacia la política económica en curso, con una clase en el poder envuelta en contradicciones y luchas intestinas para entronizar a su representante en el ejecutivo para administrar la crisis sin precedentes.

Los movimientos sociales.

Hacia mediados de los noventa, los conictos entre las clases sociales en Argentina moldean formas de lucha política acordes con la nueva realidad económica surgida desde la época de la dictadura militar. No sobra referir que esta se asienta mediante el genocidio, el férreo control social y la derrota del movimiento obrero incorporado a la vida política bajo el corporativismo peronista.

Ni un milímetro fue movida la política económica seguida por los subsecuentes gobiernos civiles; es precisamente con Menem cuando las contradicciones del capitalismo hacen estruendoso su estallido, erosionando los aparatos de un estado desbordado por el cruento y masivo desempleo a proporciones no vividas antes en ésta economía, una de las históricamente más industrializadas de Latinoamérica.

La total entrega de la nación Argentina al gran capital financiero mundial, dejó fuera de órbita al antes colosal complejo industrial exportador. De esta manera, no había poder capaz de contener la desocupación gigantesca, ni subsidios suficientes para aplazar el aluvión de inconformidad hecha presente con el tiempo.

En el centro de ataque de la oligarquía, estuvo la clase obrera, ora sometida a despiadados mecanismos de exibilización laboral, ora sujeta a la dictadura de la competencia por los puestos de trabajo. Cercenar miles de estos necesariamente significaba enterrar de una vez por todas, la subsistencia de aquellos sindicatos supervivientes de los gobiernos militares.
Gráfica 10
Ahora, como en todo periodo de crisis capitalista, aoraban las contradicciones a distintos niveles, desde donde los sectores más depauperados de la población trabajadora, confinada al sótano, aguardaban su respuesta ante el sin igual castigo del neoliberalismo sobre el salario.

“En el año ‘75 el poder de compra del salario promedio de un trabajador era el equivalente a 1570 pesos de hoy. Este fue el pico máximo. [...] para los años ‘70 el salario era el equivalente a 1375 pesos.

Hoy [2003] el salario promedio, luego de la devaluación es de 550 pesos. Este precio tal vez esté un poco subvaluado en la Encuesta Permanente de Hogares, pero no debe ser mucho menos. De esta manera tenemos una caída del salario real a casi un tercio. Esto significa que el trabajador hoy puede comprar poco más de la tercera parte de las mercancías que compraba en los años ‘70. Considero que en AL y en particular Argentina no presenta un caso único por la velocidad y el vértigo de la caída del salario real”3.

Arreció son singular violencia el caos inherente a la crisis: privatizaciones, desindustrialización, devaluaciones, desempleo, quiebras, fuga de capitales. Sobre todo se reestructuraron las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo a niveles de total precarismo en la masa que se mantuvo activa en el aparato industrial.

Resonando estos movimientos telúricos, a lo largo de la geografía Argentina se suscitaron notables sacudidas signadas por una sólida y emergente acumulación de fuerzas; proceso que fue escalando hacia grados importantes de organización de la consciencia política, desde la resistencia hasta la conformación de movimientos sociales con clara presencia y articulación nacional, confrontando a los partidos en los que los bloques de la oligarquía disputaban la hegemonía estatal desde la vida civil.

Una larga ruta de luchas fue recorrida desde la dictadura para dar pie al actual movimiento piquetero, el de mayor envergadura social por las movilizaciones protagonizadas desde finales de los noventa, tras arreciar los reacomodos producidos por la crisis en las jornadas del 20 de diciembre, para echar de la presidencia de la república a Fernando de la Rúa.

Un breve preámbulo permite vislumbrar como el principal motor de la resistencia en el régimen militar a una parte destacada del movimiento obrero, derivando con las transformaciones económicas en las clases sociales con destacados movimientos cuyo centro de gravedad visible más que la fábrica, era ya lo territorial .

Más exactamente este desplazamiento de la lucha fabril hacia lo territorial se inscribe en una especie de mimetismo en el cual los espacios de lucha se fraguan en los centros industriales pero reverberan en el barrio, la manzana, el poblado y los distintos asentamientos de la población obrera ocupada y desocupada, a través de demandas de inclusión en los programas oficiales de subsidios al precarismo y el desempleo por parte del estado argentino. Pero esta sería una consecuencia de la disgregación provocada por la llamada “desindustrialización”, así como por la exibilización que abatió el antiguo acuerpamiento contenedor del movimiento obrero, sea cual fuere su composición y expresión sindical. Si programas de “superación de la pobreza” como los practicados en otros puntos de este hemisferio por exigencia y recomendación del Banco Mundial, encuentran eco en la población desposeída para conseguir formar parte de los beneficiarios de sus montos, es por el acentuamiento de la depauperización relativa y absoluta presente en la dinámica de la producción capitalista; pero lo más importante de esto es destacar cómo ha sido la respuesta social ante una realidad impuesta por la inversión en las diferentes ramas industriales: de la lucha por la elevación del salario real (existente, más no predominante) se ha abierto como principal frente, la inserción a la ayuda oficial, destacando sí, el debilitamiento del corporativismo. Esto es, la demanda salarial, economicista de suyo, se ha disuelto en el mar de recursos derramados por la presión de la banca internacional para bajarle presión al descontento y se reactive el campo del sindicalismo, antes que el del asistencialismo.

Pero bien, tengamos presentes como matriz de nuestro análisis del movimiento piquetero hechos cruentos como el siguiente enmarcado en la lógica que venimos señalando, para así poder arribar a las pautas de desarrollo de esta particular escalada de la lucha de clases sembrada en el terreno de la desocupación masiva, sin precedentes en la historia de ese país:

“La precariedad laboral, como veremos, reeja la menor calidad de los puestos asalariados tanto en el empleo formal como en el informal. El empleo precario se define básicamente por el alejamiento de los principales rasgos del empleo típico. Y aparece como categoría predominante en el esquema de la globalización de los mercados, post-fordista.
[...]

Resulta interesante subrayar que la precarización ha crecido en el país de la mano de la profundización de los vínculos sociales de producción típicamente capitalista, dado que: “el trabajo asalariado aumenta su importancia pero asociado a la reducción de la fracción del gasto laboral destinada a financiar los servicios que contribuyen a la reproducción segura y estable de la fuerza de trabajo” (Lindenboim, 2000).

Esto es que se reducen las obligaciones del capital frente al trabajo, al mismo tiempo que el Estado abandona la prestación de servicios y la protección, excluyendo el trabajo como mecanismo de integración social por excelencia, como fuera hace algunos años. Y no sólo esto, sino que además, crece la proporción de dependientes públicos en situación precaria, por lo que cabe registrar que el sector público no sólo facilita el deterioro en las modalidades de inclusión, sino que se constituye en emblemático de tal proceso.4

De tal suerte, la política económica apuntala la reducción en activo de una vasta masa de trabajadores desplazados por las exigencias de un aparato tendiente a eliminar puestos de trabajo por millares; pero a la vez indica cómo ha de padecerse la subsistencia, no de otra forma, sino con el asistencialismo de los subsidios: nunca reinsertándose la población, hoy ejército industrial de reserva, al asfixiado mercado de trabajo.

Con esto se quiere enfatizar como principal sesgo adquirido por el movimiento piquetero, el marcado por la dinámica del desempleo. La implicación política de esto ha sido la preeminencia de la horizontalidad del movimiento manifestada en la conformación de redes, más allá de la conformación de partidos representativos; ha sido pues, la conuencia de organizaciones de los desempleados la principal representación orgánica de esta secuela de descomposición de la vida económica. Sobre la base de intereses fuera del principal circuito de reproducción y ampliación de la acumulación capitalista tiene lugar la articulación de estos contingentes desechados por las relaciones capitalistas.

La consolidación de la derecha y trasnacionales.

En el país, la situación política en cuanto al alineamiento de las fuerzas en el espectro político, deja al descubierto a cada cual, sin mucha oportunidad para el mimetismo dada la enconada lucha social en medio de una dictadura militar sin medias tintas, y sí en cambio ha supuesto la polarización. La complejidad que impone la propia realidad tiene que ver con el fenómeno histórico más hegemónico de su historia contemporánea, como lo es el peronismoy la imbricación en su seno de alianzas, sobre todo alrededor de su heredero ideológico, el justicialismo (Partido Justicialista) en sus diferentes etapas y personalidades. Para nuestro trabajo sólo nos ocuparemos de la etapa neoliberal, dejando de lado el llamado “Estado de bienestar” del General Juan Domingo Perón y el peronismo bajo la dictadura militar.

Pero asentaremos que este proceso político de largo alcance en la vida política nacional supone como régimen de dominación, el consenso entre las clases dominadas de sus intereses por desarrollar las relaciones capitalistas a partir de edificar un importante aparato industrial, un boyante mercado interno y la inserción de la Argentina con el mercado mundial a través de las agro exportaciones en una primera etapa. De tal suerte enraíza a través de un corporativismo sobre la clase obrera urbana afiliada a los sindicatos peronistas como principal soporte, además de engarzar al ejército a su proyecto desde la base hasta todas las cadenas de mando. Esto simplemente para dar cuenta de la naturaleza del estado en Argentina, y cómo se han articulado las clases sociales a la institucionalización del desarrollo capitalista.

A la fecha, el abanderamiento del peronismo recae en toda una gama existente al interior del Partido Justicialista, pero como producto de la muy visible crisis estallada el 20 de diciembre de 2001, ha devenido en un incesante fraccionamiento a lo largo del país, lo mismo que a lo largo de las instituciones representativas como partidos, gobiernos locales, presidencia y congreso. El papel de la derecha peronista ha estado definiéndose desde el precipicio en que la crisis colocó a la institución presidencial, derrocando a cada interino en el cargo desde Fernando De la Rúa. Desde esos días de crisis de legimitidad y representatividad del ejecutivo, se agravó la descomposición del justicialismo, escindiéndose algunos de sus personeros como Domingo Cavallo y Ricardo López Murphy, los economistas y funcionarios de mayor ascendiente neoliberal, guardianes del desorden monetarista.

Con el ascenso del movimiento piquetero su capacidad de respuesta fue quedando a la zaga, al pedir el endurecimiento de la represión sobre el movimiento social, lo cual generó más repudio hacia sus candidatos y programas.

“Principalmente porque estos personajes aunque conservan mañas y fuerza institucional son incapaces de controlar el descontento popular, diciembre de 2001 impuso un corte histórico signado por el desprestigio profundo de políticos, jueces y sindicalistas del sistema. Revertirlo es casi imposible. La ilegitimidad del Poder empieza a reaparecer y con ella el fantasma de las mayorías exigiendo ‘que-se-vayan-todos’ . La vitalidad de las protestas piqueteras, el aumento de las huelgas (pese a la magnitud de la desocupación) y otras expresiones de descontento social anuncian tiempos turbulentos.” (Argentina, lógica elitista y derecha caníbal; Mónica Arca, Jorge Beinstein, Santiago Insuain; Articulo aparecido en Enfoques Alternativos, Buenos Aires; www.rebelión.org).

A partir de ahí la derecha ha atizado, de modo similar a otros países como México y Venezuela, con todo vigor, campañas mediáticas en contra de la inseguridad pública. Esta ilegitimidad de la derecha, llevó a su fracción más extrema, a desestabilizar al régimen de Kirchnner, único garante hasta ese momento entre los políticos oficialistas, de recomponer la institucionalidad con débiles signos de soberanía frente a EU a fin de resarcir la credibilidad popular sobre las medidas estatales. Lo que sí se puede colegir evidentemente es el papel defensivo y periférico de las expresiones más recalcitrantes de la derecha: el diario La Nación, diversos medios masivos de información, el empresario Blumberg, Rodríguez Saá, Ricardo López Murphy y desde luego, Carlos Saúl Menem.
La principal limitante para volver por sus fueros, ha sido su desintegración y falta de un partido que unifique su programa; en todo caso, pese a estar bien presente la idea de una derecha política actuante, en un importante sector progresista o de izquierda ha estado más bien presente el capital como adversario histórico, antes que la derecha. Esta fragmentación ha sido bien patente en la presentación de varios candidatos con el mismo o similar programa en los procesos electorales nacionales y provinciales.

Participación de los Estados Unidos.

La desnacionalización de la economía Argentina de la que hemos hablado, es patente a través de una serie de datos que demuestran el papel fundamental de Estados Unidos en la crisis de aquel país, al controlar con el proceso privatizador importantes activos de las empresas desmanteladas en la década de los noventa, por un lado, y por otro, poner bajo su tutela la convertibilidad peso-dólar a razón de uno a uno con el monetarismo menemista administrado por su ministro de Economía, Domingo Cavallo. Esa inserción de la economía Argentina con los intereses de la Reserva Federal de EU, así como con los inversionistas de este país, explican la posición oficial hacia la crisis Argentina. La significativa coyuntura del 20 de diciembre de 2001, en la época de la emigración de capitales hacia NY, y subsecuente descapitalización de las finanzas cono sureñas, fue vista por el presidente de EU como la oportunidad para reencauzar la política monetaria de Argentina, tal como se aprecia en las siguientes declaraciones:

“El Presidente Bush ha dicho que los Estados Unidos están preparados para ayudar a Argentina a través de las instituciones financieras internacionales, pero solamente hasta que Argentina se haya comprometido a seguir un plan económico sano y sustentable.” (J. F. Hornbeck. Servicio de Investigación del Congreso. División de Asuntos Exteriores, Defensa y Comercio. Enero 31, 2002. http://www.usembassy-mexico.gov/bbf/bfdossierS_Argentina.htm).

La incontrolable alza de las tasas de interés, aceleró la salida de los capitales invertidos en la bolsa, y por ello la administración Bus planteaba poner orden al país, que por la agudización de la tensión social producida por el neoliberalismo, dejaba de ser un lugar propicio para la estabilidad económica, propicio para la rentabilidad de sus inversiones. Así, las gestiones de Kirchner para obtener más créditos, fracasaron ante el incremento de la ola de protestas sociales y sus tenues demostraciones de soberanía y combate a intereses de los grupos más beneficiados con la dictadura, comenzando con el ejército.

El proyecto de la nueva presidencia trataba de reasumir el proceso de acumulación de capital con cierta independencia frente a EU, pero la herencia del menemismo es rotunda.

Basta ver la magnitud del patrimonio nacional rematado a EU: “Seis países (EE.UU., España, Chile, Italia, Gran Bretaña y Francia) absorben el 93% de los montos de privatizaciones aportados por inversores extranjeros.

EU ha sido el primer inversor extranjero acumulando el 48.1% del total, seguido por España con el 11.3%; Chile con el 11.1%; Italia (8.4%); Gran Bretaña (7.7%) Francia (7.5%) y Canadá (33%).

Considerando el origen geográfico de los inversores extranjeros, la IFE [inversión de firmas extranjeras] destinada a la formación de capital reeja tendencias similares respecto de las otras modalidades de IFE tales como las privatizaciones y F&A. Entre las diferencias más importantes merece señalarse: a) EU sigue siendo el primer país inversor, pero con una participación menor; mientras en las otras modalidades absorbía entre 47 y 49% del total, en el caso de la formación de capital su participación es poco menos del 39%.” (Características de la inversión extranjera en Argentina en la década del noventa; Matías Kulfas, http://www.aaep.org.ar/espa/anales/pdf_98/kulfas.pdf)

De ahí, el empeño de Menem por garantizarle una adecuada estabilidad al dólar manteniendo a rajatabla una artificial convertibilidad. Lo mismo en otros importantes rubros como el comercio exterior en donde, el único contrapeso lo ejercen los intereses de la Unión Europea. La nación en realidad mantiene diversificación de sus vínculos comerciales con el MERCOSUR, Asia Pacífico y América Latina, no obstante la presencia de los EU es determinante en rubros como la inversión extranjera directa en donde acumuló casi la mitad de las empresas públicas privatizadas por el ajuste monetarista, base de un programa de inversiones y en aumento hasta la crisis de 2001. definitivamente la nueva gestión no intenta replegarse totalmente de los intereses estadounidenses, sino sólo replantear los términos de su penetración en medida que agravaron la concentración de la riqueza, haciendo inestables las bases para redoblar la acumulación de capital, más aún al cargar el pesado fardo del desempleo masivo.




1 - Argentina o el fracaso del “mercado”; Alfonso Hernández y Alejandro Torres; Publicado en Tribuna Roja N° 87; Febrero 13 de 2002. Sitio Web.

2 - Andrés Fernando Ruiz. La crisis Argentina y el efecto tango; Sitio Web
3 - La Verdad Obrera, La caída del salario real, Jorge Sanmartino, 11 de diciembre de 2003, Argentina.
4 - Condiciones económicas que justifican el impulso de una estrategia de desarrollo de economía social; A. L. Abramovich y A. M. Federico-Sabaté, Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

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